Uno tenía la vejiga a punto de reventar, a otro le dió por cantar coplas, otro parecía que tenía chinches en el asiento y no podía mantener el culo pegado a él. Total, que no llevábamos ni cincuenta kilómetros y tuvimos que parar.
- Como esto siga así no llegamos al partido. Dijo el conductor un un leve tono de incipiente irritación.
Teniendo en cuenta que el partido no empezaba hasta las cinco de la tarde y eran las 2 y media de la mañana, su afirmación podría parecer un pelín exagerada. Creo que es indicativo de su temprano estado de cabreo. LLevábamos 50 kilómetros y el vaso de la paciencia lo habíamos llenado, nos lo habíamos bebido, lo habíamos vuelto a llenar y se lo habímos tirado al suelo. Un record mundial. Hasta Madrid faltaban seiscientos kilómetros, si su nivel de cabreo hubiese ido subiendo a la misma velocidad que hasta ahora, en Despeñaperros lo mismo para el vehículo y nos tira a rodar ladera abajo. Me lo imagino víctima de un ataque de locura, gritando ¡¡Morid, moriiiid!! al mismo tiempo que nos va sacando de dos en dos por la puerta y lanzándonos al precipicio. Javi rodando con los auriculares colgando de las orejas y gritando !!iiiyo, iiiyo!!!, el Tapón con el dedo levantado mientras da diezmil vueltas ladera abajo, Pedro durmiendo siguéndolos, Enrique sin perderle ojo a estos tres, cayendo tras de ellos y dispuesto a usar las últimas fuerzas que le quedasen para rematarlos, por si aún estaban con vida cuando alguna roca los parase abajo del todo. Manolo, como autor intelectual del viaje habría ido también al precipicio. ¿Os imagináis a Ismael diciéndole al conductor mientras este va a por él con los ojos inyectados en sangre? "No, no se preocupe usted, que ya me tiro yo solo." En fin, un show.
Lo cierto es que, aunque costó un poco, la cosa se calmó y la sangre no llegó al río. ¿Cómo se calmó? Os cuento el comienzo.
Acabábamos de parar para orinar. Como os comentaba, meando a ese ritmo, no veíamos el partido. Yo estaba junto al autocar cuando vi la escena que ahora os describo. Un poco más retirado del grupo estaba Pedro el Dubitativo, orinando en solitario (no os he dicho que allí meamos todos en la p.. calle, la gasolinera estaba cerrada) . Este era uno de los que prometía acción, así que había que anularlo si queríamos que la escena de Despeñaperros no se convirtiese en una realidad. Fernando se le acercó y se puso junto a él para los mismos menesteres. Fernando se puso a hablar con Pedro el Dubitativo, no sé que demonios le dijo; lo cierto es que Pedro volvió al autocar, se sentó, se puso a dormir y no se despertó hasta ocho horas más tarde, en la M-30. Nunca sabremos qué ponzoñosas palabras vertió Fernando en el oido del durmiente. A veces me estremezco nada más pensarlo. Pedro no volvió a abrir la boca hasta que no llegamos a Madrid y pasó el efecto narcotizante de las frases de Fernando. Flipante.
A pesar de haber eliminado a uno, aún le quedaba batería al Móvil con radio incorporada de nuestro queridísimo Javi.
Si queréis conocer cuál fue el repertorio del concierto que dieron al alimón él y Tapón no dejéis de entrar en el Blog. Próximamente el Capítulo 3: "Al presi no le gusta como cantan".
- Como esto siga así no llegamos al partido. Dijo el conductor un un leve tono de incipiente irritación.
Teniendo en cuenta que el partido no empezaba hasta las cinco de la tarde y eran las 2 y media de la mañana, su afirmación podría parecer un pelín exagerada. Creo que es indicativo de su temprano estado de cabreo. LLevábamos 50 kilómetros y el vaso de la paciencia lo habíamos llenado, nos lo habíamos bebido, lo habíamos vuelto a llenar y se lo habímos tirado al suelo. Un record mundial. Hasta Madrid faltaban seiscientos kilómetros, si su nivel de cabreo hubiese ido subiendo a la misma velocidad que hasta ahora, en Despeñaperros lo mismo para el vehículo y nos tira a rodar ladera abajo. Me lo imagino víctima de un ataque de locura, gritando ¡¡Morid, moriiiid!! al mismo tiempo que nos va sacando de dos en dos por la puerta y lanzándonos al precipicio. Javi rodando con los auriculares colgando de las orejas y gritando !!iiiyo, iiiyo!!!, el Tapón con el dedo levantado mientras da diezmil vueltas ladera abajo, Pedro durmiendo siguéndolos, Enrique sin perderle ojo a estos tres, cayendo tras de ellos y dispuesto a usar las últimas fuerzas que le quedasen para rematarlos, por si aún estaban con vida cuando alguna roca los parase abajo del todo. Manolo, como autor intelectual del viaje habría ido también al precipicio. ¿Os imagináis a Ismael diciéndole al conductor mientras este va a por él con los ojos inyectados en sangre? "No, no se preocupe usted, que ya me tiro yo solo." En fin, un show.
Lo cierto es que, aunque costó un poco, la cosa se calmó y la sangre no llegó al río. ¿Cómo se calmó? Os cuento el comienzo.
Acabábamos de parar para orinar. Como os comentaba, meando a ese ritmo, no veíamos el partido. Yo estaba junto al autocar cuando vi la escena que ahora os describo. Un poco más retirado del grupo estaba Pedro el Dubitativo, orinando en solitario (no os he dicho que allí meamos todos en la p.. calle, la gasolinera estaba cerrada) . Este era uno de los que prometía acción, así que había que anularlo si queríamos que la escena de Despeñaperros no se convirtiese en una realidad. Fernando se le acercó y se puso junto a él para los mismos menesteres. Fernando se puso a hablar con Pedro el Dubitativo, no sé que demonios le dijo; lo cierto es que Pedro volvió al autocar, se sentó, se puso a dormir y no se despertó hasta ocho horas más tarde, en la M-30. Nunca sabremos qué ponzoñosas palabras vertió Fernando en el oido del durmiente. A veces me estremezco nada más pensarlo. Pedro no volvió a abrir la boca hasta que no llegamos a Madrid y pasó el efecto narcotizante de las frases de Fernando. Flipante.
A pesar de haber eliminado a uno, aún le quedaba batería al Móvil con radio incorporada de nuestro queridísimo Javi.
Si queréis conocer cuál fue el repertorio del concierto que dieron al alimón él y Tapón no dejéis de entrar en el Blog. Próximamente el Capítulo 3: "Al presi no le gusta como cantan".
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